San Pablo nos recuerda en Efesios 4,5 que nuestra vida cristiana está cimentada en la unidad: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”. Estas palabras nos llaman a reconocer que, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo.
Nuestra fe es una: creemos en el mismo Dios, que nos ha revelado su amor a través de Jesucristo. Nuestro bautismo nos hace hijos de Dios y miembros de su Iglesia, llamada a ser signo de unidad y comunión.
Este llamado a la unidad no es solo una verdad teológica, sino una misión. Como cristianos, estamos llamados a vivir en fraternidad, superando divisiones y testimoniando el amor de Cristo en el mundo. Solo en comunión, guiados por el Espíritu Santo, podemos ser la Iglesia que Dios quiere: unida en la fe, la esperanza y la caridad.
